Parece que el frenético ritmo laboral no deja mucho tiempo para la reflexión. Esta hipervelocidad nos lleva a vivir por inercia, dedicando toda nuestra energía a metas externas que se oxidan con el tiempo. Y así, terminamos volviéndonos inconscientes de nosotros mismos, olvidando las cosas realmente importantes de la vida, como la paz y el equilibrio interiores, el amor hacia uno mismo y hacia los demás o algo tan esencial como la simple conciencia de sentirnos alegres y agradecidos por el hecho de estar vivos. Hoy lo normal es existir, pero eso no tiene nada que ver con vivir.
Que razón tienes y que triste al fin y al cabo. Me gusta como escribes.
ResponderEliminarSaludos desde Abril :) http://abrilysuscosas.blogspot.com/