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2.3.12

Tengo ojos y no tengo miedo. Para sanar hay que atreverse a afrontar las cosas, los sentimientos. Tenemos que sumirnos en la propia experiencia y entregarnos a la espontaneidad e integridad profunda; alentar nuestros auténticos deseos, intereses y necesidades, integrar nuestros aspectos rechazados, liberarnos del policía interior. La ansiedad es tener conciencia de un naufragio interior, nos damos cuenta de que la propia vida no funciona, que uno está fracasando en lo importante. La sociedad actual nos empuja a la ansiedad, a la neurosis. El ser humano es intrínsecamente bueno, pero la civilización acaba por enfermarlo. Básicamente, el dominio de la voluntad de poder sobre la voluntad de amor nos enferma. Una manera de combatir ese empuje social es trabajando sobre nuestra salud mental, es decir, haciendo terapia, meditación, trabajo corporal; incluso frecuentar mejores amigos y cultivar el amor. La meditación mejora la salud emocional porque nos ponemos en contacto con nuestras propias emociones, detenemos el furor de la mente y ganamos una gran paz interior. Contactar con las emociones consiste en no huir de las emociones desagradables, detenerse a contemplarlas y vivenciarlas. Porque no puede arreglar una cosa sin mirarla, sin entrar en contacto con ella. Si no te muestras tus emociones, nunca las aceptarás y ese es el primer paso. Hay que hacerles espacio. Luego, las emociones se transforman en algo más natural. Cuando vemos lo que hacemos, nos distanciamos de ello, hasta nos podemos reír. Entonces, más relajados, podemos dejar de actuar como hasta el momento, reaccionando automáticamente. Para ser más auténtico, hay que conectar con las emociones. Para sanar una emoción que duele, es importante dejarla notar para captar cuál es su mensaje. Sólo entonces la emoción seguirá su curso normal: alcanzará su punto culminante y se extinguirá por sí sola. 



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